Buscar culpables

Con la pareja, con la familia, en el trabajo, con los amigos,…  cuando surge un problema lo primero que se hace para intentar resolverlo es buscar un culpable.  Parece que encontrarlo puede resolver gran parte de la situación, pero…. ¿qué ocurre entonces?

Si sabemos que se está buscando un culpable, nos escondemos, nos hacemos los despistados, evitamos la situación,… Si nos acusan nos justificamos, nos defendemos, acusamos.  Si se acusa a otro, nos relajamos, nos convencemos de que esa es la  verdad, apoyamos las acusaciones o no nos entrometemos en el proceso.

Echar la culpa a los demasPero, ¿realmente encontrar el culpable resuelve el problema?…  Cuando son los sentimientos, las emociones, la comunicación o acontecimientos concretos, ¿buscar y encontrar al culpable zanja la situación o la empeora?

Pongamos el siguiente caso: una pareja, el marido llega a casa y se le olvidó comprar el pan que le encargó su mujer.  Ella le recrimina por ello.

Este hecho, el reproche, nos hace sentir casi inocentes, la culpa queda en un segundo plano.  La acusación hace saltar las alarmas y pone en marcha todos los mecanismos a disposición del sujeto para rebelarse ante tal situación.  Sin admitir la culpa del olvido, nos justificamos, nos defendemos, y todo ello ¿Por qué? ¿Qué tecla se pulsa que hace saltar el resorte que nos dice no admitas tu culpa? ¿Por qué somos tan reacios a admitir nuestras culpas? Por el mismo motivo que buscamos un culpable cuando hay un problema.

Admitir la culpa significa responsabilizarse de las consecuencias, generalmente desagradables para la persona a quien se acusa, además de las implicaciones que puedan generar a nivel social, familiar y emocional.

Convivimos en una sociedad en la que, si bien se rechaza ser el culpable de nada, se busca con ahínco al culpable de todo con el fin de sentirnos bien, limpiar nuestra imagen, justificarnos, tener la conciencia tranquila de haberlo hecho bien.  Por este motivo cuando aparece un problema tendemos a buscar las causas del mismo para poder culpabilizar a alguien o a algo quedando exento de cualquier responsabilidad.

Dedicamos mucho más tiempo a buscar al culpable que a resolver el problema y, una vez identificado, podemos quedar bloqueados sin saber qué hacer, mucho más si la conclusión es que el culpable es uno mismo.

Cuando la culpa recae sobre uno mismo, su peso se hace casi insoportable, anulándonos, debilitándonos hasta el extremo. Llegados a este punto ¿de qué a servido el tiempo invertido? ¿acaso el problema se ha resuelto? ¿o por el contrario se ha complicado?

Nuestra sociedad vive fuertemente el sentido de la culpa, se nos ha educado en un mundo en el cual no hay efecto sin causa, por lo que es importante conocer las causas para poder prever los efectos.  Pero lo que no nos enseñan es que producido el efecto ya poco importan las causas para resolver la situación o problema creado, tan sólo, tal vez, para prever situaciones similares futuras.

Inmersos en una sociedad en que se culpabiliza, se buscan responsables, hay situaciones en que esa solución no es válida, no resuelve el problema, si no que lo alimenta.

Por si fuera poco, se nos pide cargar con el problema y además con la culpa del mismo.  En esta situación, no en pocas ocasiones, acarrear con la culpa es un problema mucho mayor que el problema en sí.

Debemos aprender a afrontar los problemas, mirando hacia el mañana, fortaleciéndonos para desbloquear emociones, sentimientos…. Lo cual nos ayudará a avanzar.  Si nos sumergimos en el pasado, buscando las causas, no sólo perdemos un tiempo que no vamos a poder recuperar, si no que podemos encontrarnos con dificultades que empeoren y compliquen la situación actual.

Desde la Terapia Breve Estratégica se considera que el problema que nos trae el sujeto es sobre el que hay que intervenir, sin echar más leña al fuego para avivarlo.  Las personas ya sufren bastante como para añadir más, a costa de empeorar la situación.