Diariamente nos encontramos ante situaciones en las que con facilidad realizamos reproches a los más allegados, presuponemos malas intenciones en los compañeros,…. Es fácil echar la culpa a los demás de lo que nos ocurre porque generalmente tendemos a percibir lo que nos pasa como algo externo a nosotros, en lo que influyen otras personas, hechos, acontecimientos, sobre los que sentimos que no podemos hacer nada.
Son las circunstancias, todo lo que nos ocurre día a día, la interpretación que sobre todo ello hacemos lo que genera en nuestro interior emociones, sensaciones que influirán a partir de ese momento en como percibiremos a los demás, como afrontaremos determinadas situaciones, como reaccionaremos ante el mundo que nos rodea. Del éxito o fracaso que genera nuestro actuar depende nuestro equilibrio mental.
Las personas nos movemos en tres planos: pensamientos, sentimientos, acciones. Los tres interactúan entre si. Lo que siento influye en lo que pienso y lo que hago. Lo que hago depende de mi voluntad.
Los sentimientos, las emociones influyen a la persona en su hacer, en su pensar, hasta el punto que cuando no tiene claros sus sentimientos, su incertidumbre produce bloqueo, la parálisis del ser. Surge la idea ingenua de que en cuanto lo tenga claro podré hacer.
Es una creencia errónea, en realidad es lo contrario: en cuanto lo haga, lo tendré claro. Uno es lo que hace. Cuando la duda se ha instalado en mi interior, la puerta para poder cambiar lo que siento y lo que pienso es lo que hago.
“Uno puede generar la desdicha en el retiro total de su propia cabeza” (“El arte de amargarse la vida”, P. Watzlawick)
Cuando la duda se instala y parece que se pierde el rumbo los sentimientos, la voluntad, los pensamientos, parece que singuen caminos opuestos y se llega a una conclusión, solo hay una opinión correcta: la mía. Todo lo que ocurre es interpretado, percibido, reestructurado siendo rechazado por sistema, hasta lo bueno, positivo, se convierte en malo, negativo. Se instala la desdicha de tal manera en la persona que todo lo que hasta el momento la llenaba, le daba placer, le producía satisfacción empieza a ser rechazado creando emociones, sensaciones desagradables, produciéndose el caos.
Todo cuanto hagan los demás para intentar ayudar a resolver el problema solo servirá para confirmar su verdad.
¿Por qué cuando todo va bien surge el miedo, la duda? Tal vez no estemos preparados, no sepamos ser felices…. o no lo merezcamos. Si lo tenemos todo: casa, familia, amigos, trabajo,…. cuando llega la estabilidad tras años de relación, adaptación, cuando ya no hay cambios, desavenencias…. cuando al fin parece que se ha alcanzado la felicidad surgen dudas, inseguridades y por fin, se rechaza, se deja perder toda una vida de lucha y esfuerzo por conseguirla y una vez encontrada, se deja escapar para volver a empezar.
En realidad no sabemos que es la felicidad, o tal vez solamente no sabemos ser felices.